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jueves, 26 de marzo de 2009

Un buen fuego para entretener la lectura


Uno de los sonidos más relajantes (por lo menos para mí) es escuchar cómo arde la leña en la chimenea. No hay nada mejor que una tarde de aburrimiento para coger un libro, afincarse cómodamente en una butaca y colocarse al lado del fuego mientras se lee. Puesto que no tengo chimenea, habrá que conformarse con su sustituyente virtual, que a fin de cuentas, hoy en día Internet sirve para todo :P:P
Un saludo!!

Jean- Jacques Rousseau: Biografía


PRIMER PASEO(fragmento)
"Heme aquí, pues, solo en la tierra, sin más hermano, prójimo, amigo ni sociedad que yo mismo. El más sociable y el más amante de los humanos ha sido proscrito de ella por un acuerdo unánime. Han buscado en los refinamientos de su odio qué tormento podía serle más cruel a mi alma sensible y han roto violentamente todos los lazos que me ligaban a ellos. Habría amado a los hombres a pesar de ellos mismos. Helos ahí, pues, extraños, des­conocidos, nulos, en una palabra, para mí pues que lo han querido. Pero yo, desligado de ellos y de todo, ¿qué soy yo mismo?"


Rousseau nació en Ginebra el 28 de junio de 1712. Era hijo de Isaac Rousseau (Ginebra, 1672 - Nyon, 1747), relojero como su padre y su abuelo, y de Suzanne Bernard (Ginebra, 1673 - Ginebra, 1712), que muere el 7 de julio de 1712, a sólo nueve días del nacimiento de Jean-Jacques. Huérfano de madre, a los nueve años pasa a ser criado por su tío materno Samuel Bernard, pastor protestante que Jean-Jacques toma como si fuera su abuelo. Su familia, de origen francés, debe exiliarse a Ginebra en 1549 a causa de la persecución religiosa. Su padre lo abandona a sus 10 años, teniendo una infancia, una educación y unos comienzos muy difíciles. Pasa dos años en casa del pastor Lambercier, en Bossey (al pie del Salève, al sur de Ginebra) (1722 - 1724). Su tío le consigue trabajo como aprendiz de relojero y en 1725 con un maestro grabador.

«Renunciar a la libertad es renunciar a la cualidad de hombres, a los derechos de humanidad e incluso a los deberes.»

(Del contrato social)

A los dieciséis años huyó de su localidad natal tras pasar tantas dificultades. Más tarde se estableció en Annecy, tutelado por Madame de Warens, quien le proporcionó una educación esmerada y ayudó en su afición por la música. Tras una enfermedad grave, debió residir en Montpellier por un periodo de seis semanas para reponerse. A su regreso, fue preceptor en Lyon y contactó con Fontenelle, Diderot, Rameau y Marivaux. Pasó más tarde a ser en la que ejercerá diferentes oficios relacionados con las letras y la música. Recorrerá muchos kilómetros a pie por la zona de los Alpes a través de los cuales forjará su carácter de «paseante solitario».

Su vida se estabiliza un poco en 1745, cuando llega por segunda vez a París. Se casa con Thérèse Levasseur y entra en contacto con otros ilustrados como D'Alembert, Voltaire, Rameau, Diderot... Es a partir de este periodo cuando se inicia la producción escrita de Rousseau que lo ha hecho ocupar un importante lugar en la tradición ilustrada europea. Cuando finalizó su estancia en París y ya tras haber estado en un buen contacto con otros ilustrados se traslada a Ermenonville, donde fallece después de un paro cardíaco cuando estaba en su casa.

Las ensoñaciones del paseante solitario, Rousseau

Libro totalmente imprescindible escrito por uno de los predecesores del Romanticismo, Jean-Jacques Rousseau.
"Ensoñaciones del paseante solitario", cuyo título original en francés es Les Rêveries du promeneur solitaire, es una obra inacabada del filósofo francés Jean-Jacques Rousseau, escrita entre 1776 y 1778. Fue la última de una serie de obras profundamente autobiográficas compuestas en los últimos años de su vida. Algunas de las anteriores fueron Las Confesiones y Diálogos: Rousseau, juez de Jean-Jacques. El libro está dividido en diez capítulos llamados Promenades ("paseos", en español). Rousseau finalizó el octavo y el noveno, aunque no los revisó, y el décimo quedó inacabado tras la muerte del filósofo. La primera publicación se realizó en 1782.
El contenido del libro es una mezcla de anécdotas biográficas, descripciones de observaciones, especialmente de plantas, hechas por Rousseau en sus paseos por París, y elaboraciones y extensiones de argumentos previos en campos como la educación y la filosofía política.

martes, 24 de marzo de 2009

Audiolibro de "El cuervo"

El cuervo, de Edgar Allan Poe

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!

sábado, 7 de marzo de 2009

Kiss-Prince


Después de la incansable búsqueda de esta canción(puesto que todas las canciones de Prince están vetadas en Youtube por el copyright) aquí os la dejo...and just kiss!!

Zdzislaw Beksinski. La pintura del apocalipsis



Aquí una muestra de la inquietante obra del polaco Zdzislaw Beksinski acompañada por la melodía "Dance of the sugar plum fairy", perteneciente a "El Cascanueces" de Tchaikovsky. Más tarde haré otro video con nuevas obras, espero que os guste.

Héroes del pasado: Lovecraft y Lorca


...Andy...
Apasionada de los mundos de Lovecraft, ferviente discípula de Federico García Lorca y seguidora de otros muchos.
Lovecraft, maestro de la llamada "literatura cósmica", constituyó uno de los grandes escritores de terror y ciencia ficción de los siglos XIX y XX, aunque él mismo despreciara posteriormente la labor del cine, considerando que el séptimo arte modificaba completamente el género y terminaba estropeando obras magníficas. Esto le ocurrió por ejemplo cuando acudió a ver la adaptación de Frankenstein, de Mary Shelley, la cual terminó de ver únicamente "por respeto a la señora Shelley" según sus palabras. Sin embargo muchas de estas películas que H.P.L despreciaba se han convertido hoy en día en clásicos del cine del terror. De todas maneras, parece ser que el "soñador de Providence" estaba en lo cierto al afirmar su poco "feeling" con el cine, pues hasta el momento no ha habido nadie capaz de llevar a la gran pantalla un relato de Lovecraft en condiciones sin meter la pata y sin fracasar estrepitosamente. Ignorado en su tiempo, fue impulsado tras su muerte por sus adeptos y por el gran número de primerizos escritores a los que Lovecraft había apoyado, y con quienes había mantenido una amistad basada en una intensa correspondencia convirtiendo a este maestro del horror en uno de los principales autores epistolares del siglo.

En cuanto a Federico García Lorca, uno de mis poetas preferidos, no tengo palabras.
Injustamente asesinado en la Guerra Civil (tanto por sus ideas políticas como por su condición de homosexual) constituye la más fuerte inspiración en todo lo que escribo.
Algunos de sus mejores versos:

La luna le ha comprado
pinturas a la Muerte.
En esta noche turbia
¡está la luna loca!


Yo mientras tanto pongo
en mi pecho sombrío
una feria sin músicas
con las tiendas de sombra.

Fragmento de "La luna y la muerte", 1919